Deseo de Noah

Deseo de Noah

viernes, 9 de noviembre de 2012

El deseo de Noah -Capitulo 21: Solos y juntos-


Capitulo 21 Solos y juntos. 

Habían pasado varios años desde aquel incidente en la ciudad. Diez duros inviernos pasaron desde aquel horrible día. Aun se especulaba de que pudo suceder y como, dado que nadie se acordaba bien de lo sucedido. Normalmente siempre señalaban a terroristas contra el gobierno.  

Un chico castaño suspiró al escuchar otra vez la misma historia de siempre, de aquella gran catástrofe en la ciudad. Nunca nadie se aclaraba. Ese chico, con 24 años de edad, era realmente atractivo. Su cabello estaba peinado con una elegancia desastrosa pero vestido con una camisa negra de cuello alto, con las mangas arremangadas hasta los codos y unos tejanos de un color grisáceo, lo hacían parecer realmente esbelto y alto. Ya no era el mismo chico de hace diez años, persiguiendo sus sueños sin saber como alcanzarlos. Había cambiado, en muchos aspectos. Las puntas de sus dedos acariciaron el lienzo a medio pintar y observó su dibujo. El rostro de una joven adolescente. Un cabello castaño lacio y unos labios rojos, carnosos. Esa muchacha era su musa, aunque nunca creyó haber conocido o visto alguien como ella. Pero siempre que pintaba, la imagen difusa de una chica se le aparecía en la mente. 

Su móvil sonó con el ultimo tono de moda y al ver el nombre de quien llamaba, lo cogió, preparado por el griterío que se avecinaba. 

Vicktor! ¿Estas ya de camino al hospital?- le gritó una voz femenina. El castaño bufó y se sentó en el suave y cómodo sofá de su casa. 
-Lo siento, pero tengo trabajo que acabar.- se notaba cierta ironía juguetona en esas palabras. 
-Odio el día que te hiciste artista.- La vocecilla rio de forma amarga. El despertar artístico de Vicktor fue simultaneo a aquel terrible día. Se sentía vacío, sin fuerzas. Un día cogió un lápiz y comenzó a dibujar en una hoja blanca. Se sorprendió de su propio talento, alegando que no parecía suyo. Su pasión y el animo de la muchacha que hablaba por teléfono a que siguiese dibujando, lo llevaron a convertirse artista profesional.- Ya te vale, pequeño cabroncete, dame una perdida cuando acabes con tus cuadros de tu inexistente dama.- 

Daniela, una chica rubia de piel morena, colgó el teléfono y siguió su paseo por las calles de la ciudad nevada con cierta melancolía. Su cuerpo había crecido, aunque solo en altura. Su cabello ahora era mas largo, dejándolo por los hombros. Vestía con ropas sobrias, jersey de rayas de colores caoba, tejanos y unas botas de militar. Hace diez años dejó todo lo que tuviera que ver con pelearse. No tenia fuerzas para hacerlo. Por otra parte, decidió estudiar derecho, cosa que le llamaba la atención y ahora esta muy cerca de ser abogada. Miró la fachada del edificio de destino, el hospital. 
Habló con la enfermera que había en secretaria, que ya la conocía de tantas veces que había venido. La dejo pasar a la planta de arriba con una sonrisa. Subió las escaleras y abrió la puerta hacia la habitación, la misma habitación en diez años. 

-¿Hola...?- susurró con timidez. Vio al chico tumbado en la cama, durmiendo. Un chico rubio, con vendas en la cabeza y medio torso, descansaba plácidamente.-¿Estas despierto?- 
-...Sabes que siempre estoy despierto.- susurró el rubio abriendo los ojos con pereza. El hospital había sido el hogar del muchacho durante mucho tiempo, y a sus 31 años, no podía ver mas mundo que el que le permitía ver su ventana. Intentó sentarse en la cama, pero Dan no se lo permitió. Cogió las almohadas y se las colocó de forma que pudiera hablar de la misma altura sin que tenga que hacer esfuerzo. 
-No debes hacer esfuerzos.- remugó la rubia cogiendo un taburete y sentándose a su lado. El rubio protestó asqueado, ladeando la cabeza con cierta lentitud. 
-Llevó...- con rabia miró los dedos de sus manos, como si sumara.- Diez años sin hacer el mínimo esfuerzo...- se detuvo sobresaltado y se llevó una mano a la cara con enfado.-¿Cual era tu nombre?- 
-Dan- Susurró tiernamente acariciándole la mano con un cariño fraternal. El chico se maldijo a si mismo.- Honey, no es tu culpa todo esto. No pasa nada si te olvidas de cosas...es comprensible, aquel día...- 
-Aquel día...- repitió Honey molesto.-No puedo recordar ese día con claridad, ¡Y no me digas que es por culpa de mi deficiencia mental! Se que nadie sabe que ocurrió...- Honey miró con ira a Dan. Ella ya se había acostumbrado a sus ataques  y cambios repentinos de humor, así que solo le sonrió tétricamente y asintió.- ¿Tu que recuerdas?- 
-Que tu y yo nos vimos...llevábamos unas ropas extrañas...- tomó una pausa para suspirar. Durante estos diez años no recordaba las veces que le había recitado a ese chico con problemas mentales lo poco que recordaba de aquel día.- Tú y yo llevábamos armas...también había un gran monstruo negro y un chico albino encima suyo. Después aparecía otra persona con el cabello azul...y lo siguiente que recuerdo es estar llorando junto a Vicktor...- 
-Ese chico...Vicktor...- Se volvió a pasar la mano por la cara, disgustado.- Dijiste que estaba estudiando en Bellas Artes, no?- 
-Si.- exclamó sorprendida al ver que Honey se acordaba. La puerta chirrió y un chico con aspecto demacrado apareció. Aunque tenia unas ojeras muy marcadas, lucia atractivo, con un cabello castaño claro y una chaqueta dos tallas mas grande que la suyaLlevaba unas bolsas blancas en una mano. Sonrió al ver a la muchacha y esta le devolvió la sonrisa.- Luke, como estas?- 
-Bien...- dijo desganado. Parecía cansado y estresado, y con pesadez, arrastro un taburete al lado de Dan.-Como has estado, Honey?- preguntó angustiado. Fue sacando las cosas de dentro de la bolsa, que resultaron ser unas fiambreras con comida casera, con una pinta realmente buena. 
-Oh, bien, gracias.- Dijo y suspiró. Abrió una fiambrera y cogió un cubierto, pero su mano comenzó a temblar, perdiendo el pulso. Luke rápidamente lo limpió todo.-Mi memoria y mis movimientos aun son torpes pero... -le sonrió dulcemente.- Que vengas a visitarme cada día, desde hace tanto tiempo me levanta el animo.- Se dejó hundir en sus almohadas.-Aun que no te conocía de nada, viniste cada día, aun lloviese y nevase.- 
-Si...- Luke bajó la cabeza. Dan lo golpeó débilmente en el estomago y le hizo señales para salir de la habitación. Honey cogió el tenedor con mas seguridad y consiguió meterse la comida dentro la boca, sin prestar atención a lo que hacían los otros chicos. Dan  cogió al menor de la mano y salieron al pasillo, que no había ni un alma.- Que es lo que pasa?- 
-Honey sigue sin acordarse de ti?- la rubia cruzó los brazos y Luke se apoyó en la pared.-El trauma craneal fue tan grande que perdió parte de su memoria y se olvidó de ti, pero pensaba que ya se había acordado de algo...- 
-Que va...- Luke se tapó el rostro con su mano y sonrió tétricamente.-Pensaba que seria un lapsus de uno o dos años, pero ya han pasado diez...- descubrió su rostro, expresando una mueca de horror. Sus ojos lucían heridos, pero sin lagrimas. Había llorado durante demasiado tiempo y ya no le quedaban.- ¡diez jodidos años, Dan! Yo sigo amándolo pero él solo...- Se fue resbalando poco a poco hasta quedarse en cuclillas.- Dios, Dan, es tan frustrante...! Lo único que puedo hacer es permanecer a su lado, aguantar sus ataques de ira y escuchar sus paranoias de la catástrofe de aquel diabólico día.- 
Instintivamente Dan sonrió de forma irónico al escuchar la palabra ''diabólico'' aunque desconocía la causa. Ayudó a Luke a levantarse y le abrazó, para reconfortarlo. Se despidió de él y la dijo que le mandara saludos a Honey y se marchó. 

Recorrió las ajetreadas calles de la ciudad para visitar a su mejor amigo y gritarle de forma irónica, hasta que por casualidad vio una cabellera roja dentro de una cafetería. Esa chica de cabellos rojos hablaba con un chico rubio que mantenía la cabeza gacha. Dan no se podía creer lo que observaba, hacia demasiado tiempo que no los veía. Sin planteárselo entró en la cafetería y se acercó a su mesa. 

-...¿Y que quieres tomar, Dilan?...- este remugó unas palabras ininteligibles, manteniendo la cabeza gacha. La pelirroja le tiró de la manga de la chaqueta para que respondiese algo coherente. Cuando Dan se sintió aludida, la pelirroja se sorprendió y lució asustada. La saludó con la mano y Dan se sentó en el asiento frente a ellos. 
-¡Cuanto tiempo! ¿Cómo estáis?- Ruby lucia un cabello rojo mas largo que la ultima vez, que llegaba hasta la cintura. Parecía conservar la altura de antes, aunque ahora tenia muchas mas curvas, que se podían notar aun la gruesa chaqueta que llevaba. Parecía mas tímida y cerrada que antes.  El cabello de Dilan también había crecido, en una melena no muy larga que no alcanzaba los hombros, pero realmente descuidado. Su ropa no mejoraba mucho, le daba un aspecto desganado y desgastado. 
-Estamos bien...aun seguimos saliendo.- Susurró Ruby con un hilo de voz, agarrando el brazo de Dilan. Este siguió con la cabeza gacha, su flequillo tapaba sus ojos, aunque podía notarse una mirada vacía e inerte. 
-¿Después de tanto tiempo? ¿Y el cabello largo?- Dilan se levantó repentinamente, golpeando la mesa. Toda la gente del local se calló a la vez, alarmados por el estruendo. Dan se sorprendió ante aquella reacción tan exagerada por unas inocentes preguntas. 
-Vámonos a casa.- la voz de Dilan era áspera y ronca, cansada. Ruby se levantó en el acto y lo cogió del brazo. Dan, estupefacta, se quedó allí, sin acabar de creerse lo que había sucedido. Había demasiados cabos sueltos. Pero, de alguna manera, le aterraba la verdad. 

Ruby abrió la puerta del piso donde vivía ella y DilanUn piso pequeño, sobrio y apenas decorado. Las pocas decoraciones que había eran de la chica, ya que el muchacho no le importaba en absoluto nada.El chico fue a por un vaso y lo llenó de agua. La pelirroja se quitó su chaqueta y se puso unas gafas para estudiar, se acercaban los exámenes de la universidad. Para hacer mas cómoda la lectura, se hizo una coleta. 
El vaso se le resbaló de las manos, dejando el suelo lleno de agua y cristales. Dilan apresuró su paso hacia la muchacha y la empujó contra la pared, para luego aprisionar su delicado cuello entre sus dedos. Su mirada, loca y angustiada y su respiración rápida parecía verse cual animal salvaje. 

-Dilan...de...detente...- El rubio la miró con furia y apretó mas fuerte, pero lentamente empezó a relajar sus dedos y se apartó de ella, dándole la espalda. La muchacha cayó al suelo de rodillas y respiró fuertemente, con el cuello dolorido. No era la primera vez que pasaba aquello. 
-...Te dije que no te recogieras el cabello.- Dilan cogió la goma de pelo y se la quitó. Se agachó y pasó su mano por el cabello rojo, jugueteando con él.- Me gusta el cabello largo...por eso quiero que lo tengas así.- Apartó su mano rápidamente y se dirigió a la puerta.- Voy a darme un paseo...- sin esperar respuesta salió del piso. 

Ruby estaba nerviosa y asustada. Suspiró aliviada cuando dejó de escuchar sus pasos. Se dirigió a la cocina a limpiar el suelo, pero se detuvo en seco. Un chico de cabellos azules y orejas de zorro lo miraba, divertido, sentado encima la mesa de dicha cocina. Ruby se apartó un poco y bajó su cabeza. El demonio rio y extendió la mano. 

-Devuélveme los sentimientos que te presté.- Una aura roja fue envolviendo a Ruby y después envolvió a Nero. La muchacha cayó al suelo y volvió a levantarse con torpeza. Sus cabellos perdieron su tono rojo y se volvieron de un profundo negro. Las orejas de zorro de su cabeza eran largas y puntiagudas y su cola negra era frondosa.- Tu ser solo estaba formado por un retazo del sentimiento de la timidez y el amor, no eras un ser completo. ¿Mejor, no? - dijo juguetonamente el rey. 
-Señor...no entiendo porque he tenido que permanecer tanto tiempo con él.- dijo Ruby quitándose las gafas, no le hacían servicio ya.- Ya te di el informe aquel día de todo lo sucedido desde que Noah aparecía hasta que aparece el oscuro...¿Porque tuve que estar con él?-  
-Quería ver como evolucionaba.- Nero rio infantilmente y suspiró.-Pero ahora solo es un tío patético con una vida patética. Tu trabajo ya ha acabado, puedes volver al infierno y a tu rutina habitual, Nuuby~- Nuuby inclinó su cabeza en señal de reverencia y desapareció en una nube de oscuridad. 

Un chico rubio paseaba por un parque nevado. Se sentó en un banco que vio, aunque estuviese congelado y con una fina capa de nieve. Sus cabellos casi ocultaban sus profundos ojos azules que en su momento brillaron de ilusión y motivación. Su cuello estaba descubierto, algo peligroso en la época que estaban de enfermedades de garganta, aunque a él le daba igual. Se inclinó para atrás, apoyando su espalda contra el banco, para poder mirar el cielo lleno de nubes grisáceas. 

-''¿Quien era esa chica que no consigo recordar?''.- se preguntaba. Se lo lleva preguntando desde hace años. Había preguntado en el instituto, a amigos y incluso a los padres de ella. Como si se hubiera esfumado, no había ni un registro, ni una mención a la supuesta existencia de aquella muchacha. Como si nunca hubiera existido. Se inclinó hacia delante y colocó sus manos en sus sienes. Tiró se su cabello, disgustado. Se odiaba a si mismo de una forma inimaginable. 

-¿Cuánto serias capaz de arriesgar por obtener lo que mas anhelas?- susurró una voz cálidaDilan levantó la vista y sus ojos llorosos e hincados enfocaron una cara fina y pálida. Sus cabellos eran blancos y largos, llegando hasta la cintura. El gorro rojo manzana realmente resaltaba en sus oscuras prendas. El chico le sostuvo la mirada, sus ojos rojizo mate, transmitían una sensación de magia y misterio. 
-Co...Como?- la voz mucosa de Dilan no dejaban pronunciar como debería. El misterioso albino sonrió con una ternura familiar. Se giró, como si se asegurase de lo que dejó atrás seguía allí y volvió a mirar al rubio. El joven de la llamativa gorra  le extendió el brazo, con el puño cerrado.  
-Tómalo, todo te será mas claro.- El rubio vaciló al principio, pero acabó cediendo y extendió su mano para tomar el objeto que quería entregarle. Lentamente su puño se fue abriendo y una joya en forma de rombo y de un color morado cayó en la palma de la mano de Dilan, y este cerró los ojos.  

Los ojos aun cerrados de Dilan se enrojecieron y se hincharon rápidamente. Se mordía el labio inferior con rabia. Una cascada de imágenes le abrumaban, cayendo sobre él, recordando antiguas vivencias. Tantos recuerdos en tan poco tiempo, su corazón no podia soportarlo y desbordó en lagrimas, puras y cristalinas. No sabia como aquel diminuto objeto le podía otorgar de nuevo su memoria perdida, solo le importaba que volvía a recordarla.  

Abrió lentamente los humedecidos ojos y observó con el albino se alejaba junto a otra persona con el cabello oscuro. Este también llevaba una gorra, de diseño distinto a la del otro hombre, pero con un color llamativo. El rubio se levantó rápidamente, e intentó gritar a ese extraño ser blanquecino mas explicaciones, pero una voz suave le llamó la atención. 

Una voz de mujer que lo llamaba desde el infierno. 

-Xaros...?- susurró débilmente. Hacia tanto tiempo, tantísimo, que no pronunciaba ese nombre, que su garganta se le cerró y sintió un puñetazo en el estomago. 
Se giró lentamente, incrédulo. Una parte de su ser, la lógica, decía que había sido su imaginación. Su corazón le gritaba desesperadamente que era real, tangible, que la persona a la que le correspondía aquella voz, que tantas preguntas tenia para ella, existía de nuevo. 
Un animal, un zorro o tal vez un gato, negro como la cal, lo observaba donde antes él había permanecido sentado. Le sonreía, o él creía que le sonreía cual Mona Lisa, donde no se sabe si las comisuras de sus labios forman una mueca o una sonrisa fraternal. 
-Noah me dijo que querías algo.- repitió el animal con aquella suave voz. Los latidos de su corazón se aceleraron rápidamente y sintió otro puñetazo en el estomago. Sabia que el cuerpo de la muchacha estaba escondido debajo de aquel pelaje negruzco. Y su gema era su alma.-Que es lo que deseas?- Dilan vaciló y se acercó tembloroso a su tan añorada amada. Seguía siendo ella.  
-Deseo que la persona que amo este siempre junto a mi.- Le pareció que el animal sonreía complacido. Saltó hacia el rubio y este la rodeó con sus brazos. 

La noche había caído. Observaba la ciudad desde la torre mas alta, agachado, cual aguila buscando su presa. La antigua ropa que vistió en la única y ultima batalla contra los oscuros la llevaba de nuevo, algo mas ancha a su cambio de estatura. Las únicas diferencias eran que ahora llevaba una pequeña coleta, donde allí llevaba una diminuta joya de color ámbar y una gran bufanda azul con una gema morada colgando de esta.  

Aunque no podía verlos directamente, observaba como cada uno había tomado un rumbo distinto, su vida había sido afectada de particulares maneras. Convirtiéndose en artista, defendiendo a los inocentes, cuidando a los demás o ser cuidado. Cada uno llevaba su propio destino y una fuente de seguir viviendo. Él había pasado demasiado tiempo sin rumbo, dudando si terminar con su vida de alguna manera patética y miserable, un retrato perfecto de como era él ahora. Pero ahora tenia alguna meta para vivir y seguir viviendoSabia que era peligroso, pero si ella fue capaz de hacer un pacto con el demonio, el no iba a ser menos. Sabia de sobras que aquel era un final agridulce, pero a él no le importaba la parte amarga, porque ella seguía allí, a su lado, aunque ella no se acordara de nada. Todo se volvía en un tornado de amargura y recuerdos, donde todo se mezclaba de forma extraña. 

La juguetona chica encerrada en el cuerpo de un animal saltó al hombro del joven, y este la acarició. Su espalda se arqueó y se quedó de pie, observando la centelleante ciudad. Cada uno pensaba que estaba solo, pero se tenían mutuamente, aun ignorando ese echo, solo el chico podía sentir la soledad que a veces hacia que su pecho se encogiera. Pero con recordar que ella era ella, todo pasaba. Estaban los dos juntosSolo ellos en un mundo vacío que no podia conocer su existencia. 
  
Solos y juntos a la vez. Para el resto de sus patéticas y extrañas existencias.