Deseo de Noah

Deseo de Noah

sábado, 2 de junio de 2012

El deseo de Noah -Capitulo 10: Me gustas, Te odio-


Capitulo 10: Me gustas, Te odio 

Que había dicho? Mis orejas zumbaban por la falta de sueño y mis vagos ojos se cerraban sin que yo pudiera contenerlo, y no podía ver ni oír claramente lo que me decían. Había dicho ''Te quiero''? Agité la cabeza y me froté los ojos, confundido. 

-T-te quiero!- volvió a exclamar la otra persona detrás de la montaña de libros que sujetaba. Tenia la boca pastosa, no sabia ni que decir, no sabia si podría causar algún sonido. Se hizo un silencio incomodo y aproveche para aclarar la garganta. Creo que este se tomo eso como algo negativo, porque aunque hubiera una barrera de papeles entre nosotros podía notar como se ponía nervioso.  

Finalmente decidí apartar los libros y dejarlos encima y antes de dirigirle la mirada al nervioso sujeto me vuelvo a frotar fuertemente los ojos. Cuando volví a abrirlos me encuentro con un joven rostro de chico. Cabellos de un color marrón suave y ojos del mismo color, que brillaban intensamente. Tendría la edad de mi querida prima. Ahora la confusión inunda mi mente. Quien era él?  

El chico pareció volver a leer mi mente y sus mejillas se sonrojaron rápidamente y bajó la cabeza. Vestía en uniforme del instituto de mi prima, me fijé porque le quedaba algo ancho. Por mi cabeza surgió la idea de que pudiese conocerla a ella, a Xaros.  

-Conoces a Xaros?- le pregunté. Me pareció que tenia una mirada muy dura, porque no se atrevía a mirarme a los ojos, así que intenté relajar mi expresión, pero no podía, el cansancio podía conmigo. 

-...Si...- dijo el chico sin mirarme a la cara. Esta indefensa y sonrojada expresión me recordaba a mi a su edad. No podía evitar sentirme irritado. Muy irritado.- Yo...! Cuando yo te conocí, sentí que...- se sonrojó mas fuerte aun. Conocerme? Espera...creo que empiezo a recordar. 

Yo estaba acabando mis estudios y preparándome para la universidad cuando había salido de la biblioteca de estudiar. Para mi desgracia empezó a llover, y no era muy seguro ir por media ciudad con bicicleta y con los resbaladizos charcos al acecho. La casa de mi primita quedaba cerca, así que decidí ir hasta que la tormenta cesase. Llegué con la ropa y el cabello empapado, pero tampoco me molestaba. Le di las gracias a mi tía por acogerme entre la llovinza. Primero saludé a Xaros, que en esa época tendría 10 años y un chico que estaba con ella. Este estaba jugando con la pequeña gata y no me prestó atención. Lo ignoré y me dirigí al baño, donde me desvestí y cogí unas toallas para secarme. Mientras me ponía cuidadosamente la toalla alrededor de la cintura miré mi rostro en el espejo. Ese rostro que ya no reconocía. La dulzura había desaparecido y lo había sustituido la seriedad y la soledad. Por mucho que mi prima siguiera a mi lado no podía llenar el vacío que sentía. Saqué mi lengua, dejando brillar la pequeña joya que había en el centro. Esta me recordaría toda mi vida lo que había sufrido y no me dejaría olvidarlo. La odiaba. Me odiaba a mi mismo. Las pequeñas gotas que caían por los mechones de mi cabello se mezclaban con las débiles lagrimas que ahora resbalaban por mis mejillas. Vi como mi joya se volvía de un color rojo horrible, como una cereza podrida. Apreté los dientes. Ya sabia lo que iba a pasar. Pero no quería que pasase. No quería te todo saliese como el quería. Cogí mi chaqueta, aun empapada de agua y busqué entre sus bolsillos.  
Alcancé lo que buscaba, un pequeño cúter que había usado para un trabajo de manualidades. La hoja estaba limpia y afilada. Tan afilada que cuando la cogí me hice un pequeño rasguño en el dedo. Miré por ultima vez al espejo. Ya no tendría que volver a ver ese odioso rostro todas las mañanas. Me senté al lado de la bañera y extendí mi brazo, dejando para arriba la palma de la mano y todo el brazo restante. Con mi otra mano puse el cúter cerca de mi muñeca extendida. Notaba el frio metal en ella y sentía escalofríos, empezaba a temblar. 

-...Perdona, te he traído la...!- el chico de antes, el que jugaba con el gato, había venido con ropa seca para vestirme, pero se notó lo horrorizado que estaba al verme en esa posición. Antes de conseguir hacer un corte, el se abalanzó encima mío y me quitó el cúter con sus finas manos. Me abrazó fuertemente mientras sus lagrimas resbalaban.-Estúpido! Que haces?!- gritó ese pequeño chico, agitándose y tirándome de las mejillas- No termines con tu vida! La vida es lo mas valioso que tienes!- Le devolví el abrazo y se calló. Se acomodó su cabeza en mi hombro, mientras notaba como sus lagrimas caían en mi piel. 

-Quien me protegerá de esta vida cruel?- dije sin pensar. No se lo decía a el, sino al aire. 

-...Yo...- dijo débilmente.- Aunque no este a tu lado, aunque no te acuerdes de mi yo siempre te protegeré...- 

Sentía su calidez en mi pálida piel. Una calidez que solo sentía cuando estaba con Xaros. Le di las gracias y le besé la frente, sin pensármelo. Le dije que se fuera, que no se preocupara. Me puse de nuevo contra el espejo mientras me ponía la ropa. Volví a sacar la lengua. Ahora la joya brillaba con un rojo intenso, de un color que nunca antes había visto.  

La lluvia había parado, así que le di las gracias a mi tía y mi prima. Fui a despedirme del chico, que parecía estar en una nube. Me arrodillé para ponerme a su altura y intenté mirarlo con ternura, pero me costaba bastante. 

-Como te llamas, pequeño?- le pregunté. Este reaccionó, con las mejillas sonrosadas. 

-L-Luke. Me llamo Luke!- dijo entrecortadamente.- Y tu?- Dudé un momento. Y le dije el nombre que mas odio, pero que a la vez quiero que sepa la persona que me ha salvado. 

-Me llamo como el mas dulce sabor, Soy Honey.- dije entre una sonrisa y le acaricié el cabello. No una sonrisa forzada, una sonrisa sincera, que desde hace tanto tiempo que no hago. Mis mejillas parecían cansarse al sonreír. Luke me devolvió la sonrisa. Le estaría eternamente agradecido. 

Y ahora, que solo habían pasado 4 años, lo había olvidado completamente. Me siento horrible. Realmente horrible. Pero creo que ya se porque lo olvidé. Su gran parecido a mi antiguo yo me cabreaba, y quería olvidarlo todo al respecto sobre lo que me pasó. Era verlo sonreír tontamente a alguien y mi sangre empezaba a arder. Era algo irónico. Pero ahora no sabia que hacer. Además de que Luke solo tuviera 14 años y estuviera entrando en la pubertad, yo tenia 21 y había salido a marchas forzosas de ella. Aunque me sintiese tan molesto porque el fuera tan tierno no quería hacer como me hicieron a mi. Romperme el corazón. Y con lo cruel que soy, podría hacerlo. 

Luke aun esperaba una respuesta, cada vez estaba mas nervioso. Yo suspiré, cansado. 

-Te lo has pensado bien?- le dije. Si el se olvidaba de mi no tendría motivo para partir su débil corazón.-Yo tengo 21 años, estoy acabando la universidad y tu...- 

-La-la edad es solo un numeró!- titubeó. Sonreí irónicamente. Era lo mismo que hubiera dicho yo en mi juventud. Cada vez me sentía mas irritado.-Yo te conocía antes de pasara aquello, antes de eso yo ya...dudaba de lo que sentía hacia ti y...cada día yo...- lo mismo que yo. Era una copia exacta. Quería quitármelo de encima, pero algo me lo impedía. El simple echo de verlo derramar lagrimas es como si dentro de mi me traicionara. Porque el me salvo la vida o porque haría lo mismo que me hicieron a mi. 

-Vamos- dije tajante. El dejó de balbucear y me miró con curiosidad. Yo lo cogí de la muñeca y salimos fuera de la biblioteca, para poder hablar con mas calma. Lo escuchaba decir protestas, pero le dirigí una dura mirada y cesó. Nos metimos entre los estrechos callejones y le puse los brazos a la altura de su cabeza, apoyándome en la pared, para no dejarlo escapar. Nuestros cuerpos estaban relativamente cerca, dejando sentir el calor del otro. -Luke, te agradezco muchísimo lo que hiciste por mi. Pero lo que sientes por mi no puede hacerse realidad.- dije duramente. 

Sentí su corazón romperse. Sus ojos empezaban a cristalizarse, aguantando las lagrimas y empezaba a temblar. Apartó mis brazos y salió corriendo. No dijo nada, no me gritó, no me llamó idiota, solo se fue corriendo en silencio. Ahora me sentía realmente mal. Hubiera preferido que me gritase, que me abofetease, que incluso me hubiera pegado y arañado. Pero el silencio era la arma mas mortífera de todas.  

Que era ese dolor que sentía en mi pecho? Acaso esa dulzura que tanto me disgustaba al principio ahora me gustase? Por fin encontré... 

...a la persona que me corresponde? 

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